|URIEL ALBERTO ARÉVALO FRANCO|20 DE JULIO DE 1999|OCAÑA|

HERMELINDA FRANCO DE ARÉVALO
HISTORIA PARA NIETOS

 

 
 
Escrito preparado en julio 1999. Resultado de unas cuatro sentadas en cuatro días diferentes. Mi Mamá hacía oficio y al mismo tiempo hablaba. Siempre fue así. Yo, bien apoltronado, anotaba y preguntaba. Anotaba y volvía a preguntar. En medio del ejercicio había tinto, galletas, sonaba el teléfono o llegaba un primo. Muchas cosas pasaban. En momentos ella se debatía entre responderme o ir a la tienda a comprar queso calentano. Quizá por eso la Historia para Nietos no llegó sino hasta los setentas (se cuenta de atrás para adelante, lineal, cronológicamente hablando). Vino después la construcción de la nota y más después su lectura en el cumpleaños de Mamá. Fue una gran fiesta, mucha familia se logró reunir. Alonso mi hermano la programó y la lideró. “Los homenajes hay que hacerlos en vida”, me dijo, cuando quise saber si había una razón adicional al cumpleaños. Ese fue, digamos, como el primer gran homenaje. Otros homenajes vinieron después propuestos siempre por Alonso. Él tenía claro que necesitaría buenos recuerdos para mitigar la partida de Mamá. Recomendación: Leer Historia para Nietos como si se estuviera en julio de 1999.
 

Locutama pertenece al municipio de Hacarí pero está muy cerca a los linderos con el Municipio de La Playa. Fue la vereda que escuchó el primer llanto de Hermelinda por allá en el treinta y tres, al poco tiempo de que Aspasica perdiera su condición de cabecera municipal y cuando Enrique Olaya gobernaba. Candelario Franco Carrascal y Anabertina Pallares Portillo, fueron sus padres. Leandro Franco y Juana de Dios Carrascal fueron sus abuelos paternos, vivían también en Locutama y probablemente nacieron allí. Hermelinda no alcanzó a conocerlos. Al abuelo materno, Pedro Pallares, sí. Vivía en Aspasica, en el Filo más exactamente, pero no era oriundo de allí. Leía muy bien, hablaba muy bien y cultivaba café. Los pallares de ahora tienen parentesco lejano con él. A Anselma Portillo, su abuela materna, probablemente oriunda de Aspasica, no la conoció.

Tito, Benedicto, Anselmo, Eustasio, Rosa y dos más que Hermelinda no recuerda, fueron los hermanos de Candelario, es decir, los tíos de ella. Sobrevive Rosa, únicamente. Se casó con Ángel Pérez y vive en Ocaña actualmente. Sus hijos son "como cinco", dice. Uno de ellos vive en Locutama y prácticamente es el único pariente que Hermelinda tiene allí.

Hermelinda sabe poco de la familia engendrada por los hermanos de su padre Candelario, tan solo de Adelina, hija de Eustasio, quien vive en Cúcuta con sus hijos hace muchos años. El esposo de Adelina, Ismael, era hijo de Candelario mas no de Anabertina. Es decir, Adelina e Ismael eran primos. Anabertina tuvo como hermanos a Dionisio, Alfonso, Germán, Gonzalo, Emilia y Belén. Los dos primeros vivieron en Aspasica; el segundo y el tercero en el Alto de La Cruz, por el antiguo camino que del Filo iba hacia Hacarí. Las dos hermanas vivieron en una vereda cercana a La Playa.

Los primeros 10 años de Hermelinda fueron para Locutama. Vivió en una casa grande de teja de barro que tenía cuatro alcobas, una sala grande, patio y corredores. Candelario, su padre, tenía una tienda y se dedicaba a la compraventa de café, maíz y fique; productos que llevaba en mula a Ocaña para comercializarlos. El viaje duraba casi toda la luz del día.

Hermelinda hizo parte de la primaria en una escuela a veinte minutos de camino. Clara Lucía Pérez, Mercedes Vila y Carmela Vergel oficiaron como sus maestras en tanto que Marcelino Durán hizo las veces de maestro privado. Varias familias vecinas fueron muy allegadas a la casa de Locutama, entre ellas la de Rosa y Felipa Claro, la de Rebeca Nieto y la de Lázaro Bayona.

En el cuarenta y tres los Franco Pallares migraron a La Playa. Allí nacieron Misael, Sara y Omar. Los demás nacieron en Locutama: Hernán, Neftalí, Emiro, Candelo, Misael, Amelia, Olinta y Raquel. Antes de Anabertina, Candelario estuvo casado con Felipa Amaya de cuya unión nacieron Gilma, Antonio y Manuel Dolores. Antonio vive actualmente en Bogotá con su esposa Aura Isabel Guerrero, natural de Aguachica. Manuel Dolores infortunadamente fue asesinado y Gilma murió recientemente dejando su descendencia en Saravena y Cúcuta. A la fecha no hay datos precisos de otros hijos que Candelario tuvo extramatrimonialmente.

La salida de Locutama fue por insistencia de Anabertina, muy preocupada Ella por los hechos de violencia que a menudo sucedían en la vereda. No eran por política sino mas bien por riñas detonadas por el consumo desmedido de alcohol. La mudanza se realizó poco a poco. Candelario fue el último en migrar. Montó una tienda en La Playa y se dedicó a la compraventa de cebolla, papa y frijol, su fuerte. A los doce años Hermelinda se aplicó de lleno al oficio de la modistería. A tan corta edad hacía malabares con sus pies para alcanzar los pedales de la máquina de coser. Realizó mucho trabajo de costura para la familia de Francisco Arévalo y

Juana Claro, a la postre su familia política. Una familia muy "destacada y elegante", según sus propias palabras. Finalizando la década de los cuarenta, Arnulfo Arévalo no estaba en escena, pues se desempeñaba como juez en Cáchira. Hermelinda lo conoció en enero de 1950, tras renunciar al cargo de juez y tomar posesión como tesorero del Municipio de La Playa. Por la época las fiestas se animaban con música de cuerda de corte muy alegre y con el consabido cuenta chiste. Élfido, Roque Emiro y Julián (Cayán) Arenas eran los músicos más populares. También había banda municipal. Las fiestas de la virgen del Cármen y las Mercedes fueron las mejores, cuenta Ella.

Hermelinda acompañó mucho a su padre Candelario en los frecuentes viajes que hacía a Ocaña para comprar telas, drogas y víveres en general. Su destreza para montar a caballo la favorecía mucho para salvar sin contratiempos el camino entre La Playa y Chapinero, sitio este donde se tomaba el vehículo para Ocaña y en donde se encontraban servicios tales como guarda y cuido de bestias, restaurante e incluso posada.

En diciembre de 1950 Hermelinda y Arnulfo se hacen novios en un baile. Pero Arnulfo tenía otra novia: María Esther Claro. Como bien se conoce, Arnulfo finalmente hace vida con Hermelinda. Un dato curioso y simpático de la historia de Hermelinda fue su participación, a los 16 años, en un evento llamado Reinado del Deporte. Compitieron con ella Alicia Pérez y Delia Luna. Hizo sus propios vestidos de reina y, como en cualquier reinado que se respete, desfiló en carroza. Tras la repentina locura de la candidata Delia, cosa también curiosa, el reinado fue cancelado. Qué Lástima, la corona podría estar ahora adornando un rincón de su casa.

Hermelinda aprendió modistería en Ocaña recibiendo clases personalizadas de Conchita Luna, hija de Juan M. Luna, famoso político conservador de Hacarí. Estudió seis meses y vivió en la casa de Gregoria Bravo (Goya), ubicada en barrio La Piñuela. Con el oficio ayudaba al sostenimiento de la casa. El 8 de diciembre de 1951, ya con 18 años, se casó con Arnulfo en la primera misa concelebrada del Padre Octaviano Arévalo, ceremonia que acompañaron cerca de treinta sacerdotes. Tuvo que ser emocionante. Fue entregada en la iglesia por Luis Jesús Pérez debido a que su padre Candelario veía en ella a una mujer muy joven y en Arnulfo a un hombre que le gustaba el traguito y la parranda. Por otras razones, Zoila Arévalo y el Padre Octaviano, cuñados de ella, tampoco consideraban apropiado el casamiento, pero finalmente estuvieron de acuerdo.

Mucha gente acompañó la fiesta de la boda. Se llevó a cabo en la casa Arévalo Claro que ahora se le llama Casa Mayor. El ágape fue muy bueno pero tuvo como lunar la ausencia de los Franco, circunstancia que pudo haber afectado sentimentalmente a la nueva pareja, en especial a Hermelinda. Tan solo fue Hernán, su hermano. En la Casa Mayor vivieron el primer mes para luego mudarse al 'Clavelito Rojo', nombre con el cual se identificaba familiarmente la casa que Arnulfo recibió de herencia. Quedaba en la Calle del Medio de La Playa, justo donde ahora funciona parte de las instalaciones de la Policía Nacional. Allí vivieron apenas tres meses de donde partieron para El Filo, sitio ubicado en la parte alta de Aspasica.

¿Por qué El Filo? Una razón tuvo que ver con el ofrecimiento que le hiciera Candelario Franco a Arnulfo para cuidar y administrar la tienda que allí tenía. Él necesitaba llevar a su esposa Anabertina a Cúcuta para curarle una "enfermedad de la cabeza" muy crónica, asunto que le tomó varias semanas. Otra razón fue que Arnulfo perdió el cargo de tesorero en La Playa, circunstancia que trajo consigo serios problemas financieros.

El Filo fue estratégico desde el punto de vista comercial por cuanto era el paso obligado de la gente de Hacarí para llegar a Ocaña. Tan buenas fueron las ventas que en un momento dado los clientes que habitualmente compraban en Aspasica decidieron pasarse al Filo atraídos por el movimiento y la atención de Arnulfo Arévalo (El Filo está a pocos minutos de de Aspasica). Además se encontraba servicio de posada y restaurante. Ramón David Castilla, el principal tendero de Aspasica, se vio afectado por tal coyuntura y significó para Arnulfo el comienzo de una fuerte competencia comercial. Mientras tanto, Hermelinda seguía con la modistería y empeñada al cuidado de sus primeros hijos Francisco, Otoniel Alonso y José Aristides, quienes tuvieron al Filo como cuna. La casa donde vivieron la había cedido en arriendo Campo Pallares quien de repente los mandó a desocupar sin mediar razón alguna. Los cerdos y gallinas que habían levantado fueron vendidos a muy bajo precio porque no había a donde llevarlos. Bajaron entonces al pueblo de Aspasica a una casa que les arrendó Manuel Castilla, ubicada entre las casas que alguna vez pertenecieron a Julio Bayona y Zoila Castilla, hacia el costado occidental de la iglesia. Se montó allí el negocio de tienda con el surtido traído del Filo. Acontecía el año 1956. Nadie nació allí.

Al cabo de un año aproximadamente, Manuel Castilla decide vender la casa a Ramón David Castilla, su hermano. Sin mayor demora el comprador ordena que le entreguen la casa impulsado, se presume, por la competencia que la nueva tienda significaba. Para entonces, Arnulfo ya oficiaba de líder político al lado de personajes como el mismo Manuel Castilla y Lucita Bayona. De allí pasan, con tienda y todo, a la casa de Encarnación (Chon) Sánchez, ubicada en una esquina al frente del parque principal del pueblo, donde permanecen hasta 1958, más o menos. Les fue bien con el negocio salvo que Chon se molestaba mucho con el alboroto de los niños Francisco, Alonso y Aristides. Deciden entonces pasarse a la casa de Manuel Melo, donde ahora vive la familia de Cristo Melo. Allí se amañan y les va bien. Arnulfo, el cuarto hijo, tuvo que haber nacido en esta casa o en la anterior.

Emiro Castilla, muy amigo de Arnulfo, solidario ante las afugias causadas por las sucesivas mudanzas, en un gesto bastante noble, decide regalarle un lote para construir su propia casa. Y así ocurrió. La hechura se encomienda a Celso Montaño, cuñado de los Ovallos Arenas de La Playa. Tras terminarla con mucho esfuerzo y sacrificio, Arnulfo, Hermelinda y sus primeros 4 hijos, llegan a su propia casa el 24 de marzo de 1960 (a Hermelinda nunca se le olvida la fecha). Cuatro meses después nace Uriel Alberto. De allí en adelante y hasta el año 1971 nacieron en su orden Anabertina (Tina), Álvaro Augusto, Juanín, Alina Amparo, Hugo Armando y Octaviano. Entre las parteras que atendieron a Hermelinda se pueden mencionar a Chon, Telmira Pérez y Anita Carrascal.

La casa tuvo inicialmente dos dormitorios, sala, tienda, cocina, letrina, corredor y solar. Después se construyó un muro para aislar la casa del solar, la cocinita para el fogón de leña, un dormitorio adicional, un cuartico auxiliar, el jardín, la ducha y el sanitario para reemplazar la letrina. El comedor, lo último que se construyó, fue contratado con Ciro Ovallos más o menos en 1970. El solar tenía en principio café y bastante plátano chocheco; posteriormente se habilitó para varios usos: prado para cebolla y hortalizas, corral para ordeño y dormida de terneros, corral para cerdos y gallinas y corral para conejos. Pocos chochecos quedaron en pie.

En la nueva tienda se vendía ropa de varios tipos de dril tales como supernaval, satinado y córdoba. También se vendían zapatos, pantuflas, pescado seco, grapas, alambre de púas, droga veterinaria, vermífugo para parásitos, polibiótico, pólvora y plomo para cacería, piedras de mechera, botones, broches, caucho para caucheras, caucho para modistería, aceites medicinales de palmacristi, castor y almendras, sal glóber, sal para ganado, alumbre, tabacos, alambre dulce, querosene (gas), fulminantes, agujas, veramón, conmel, obleas cármen y un largo etcétera. Había también compraventa de café y fique.

En 1969 Hermelinda empieza a enfermarse de los ojos al punto de casi no ver. Luego de tratarse en Bucaramanga por casi dos meses, el avance de la enfermedad se pudo controlar. A partir de allí los lentes se volvieron permanentes. Arnulfo tuvo que hacer ingentes esfuerzos para financiar los gastos médicos. El Padre Ismael Arévalo vivía en ese entonces en la ciudad, situación que le favoreció mucho. Por su parte la Sra. Hilda Pérez, hermana de Luis Jesús Pérez (padre de Guido Pérez), la recibió en su casa. Un efecto inmediato de su enfermedad fue el abandono casi total de su máquina Singer, la socia muda de su oficio de modista por más de 20 años. Buena parte de las camisas y pantalones cortos que usaron sus hijos de niños, ella los confeccionó y, por supuesto, los remendó.

Al comienzo de los setenta empieza la disminución progresiva de las ventas en la tienda debido al incremento de la competencia en el pueblo y en las mismas veredas donde vivían los mejores clientes. Pero Arnulfo y Hermelinda ya venían trabajando, lentamente pero con paso firme, en ganadería y café, actividades que finalmente desplazaron al mermado negocio de la tienda. Se hicieron varios intentos con el cultivo de cebolla, pero los resultados no fueron buenos.

La ganadería comenzó con la compra a crédito de la vaca 'Mariposa' a fin de asegurar la leche para la casa. Se dejaba por ahí, a la vera del camino, para que rebuscara el forraje.

Aparecía religiosamente todos los días para su ordeño. Fue un animal muy noble y bendito que nunca necesitó potrero. Con la idea de crecer en la ganadería, Arnulfo y Hermelinda compraron su primer predio en un sitio plano cerca a la 'Casa de Lola', sitio también llamado como 'El Grillo'. Se vendió pronto porque no tenía agua y resultaba complicado llevarla hasta allá.

Compraron después 'El Potrerito', allí mas abajito de la casa que construyeron. No era tan plano como el primero. Como lo indica claramente su nombre, el predio era definitivamente pequeño, pero funcionaba muy bien por su cercanía. Tenía un palo de naranja agria que Arnulfo utilizaba frecuentemente para la limpieza de los zapatos de material (de cuero): "Corra, vaya y traiga una naranja agria", le decía al hijo que estuviera mas a la mano. Posteriormente adquirieron los predios Palmira, Monte Oscuro y por último La Esperanza. El negocio de la ganadería creció al punto de llegar, en su mejor momento, a tener diez vacas de ordeño y cincuenta cabezas más.

El negocio ganadero y cafetero se mantuvo bien en los setenta por cuanto había mano de obra disponible: Once hijos. Mientras estudiaban la primaria desarrollaban tareas ganaderas tales como traer y llevar las vacas de ordeño, traer y llevar los terneros, ayudar a cercar y a rozar, llevar alimentos a los jornaleros, etcétera. Para sacar adelante el negocio del café colaboraban con el trabajo de cogerlo, ‘cerezarlo’, lavarlo, secarlo y seleccionarlo. La colaboración en las actividades domésticas tenían que ver con sostener la huerta casera, traer yerba para los conejos, alimentar a los cerdos y gallinas, barrer, moler maíz, tostar y moler café, vender leche, hacer arepas, cocinar, pintar la casa, traer leña, picar leña, asear los corrales…...

Poco a poco los hijos de Arnulfo y Hermelinda salieron de Aspasica para estudiar el bachillerato ya que allí no había la posibilidad de hacerlo. La mayoría estudió en Ocaña. Sin embargo sus vacaciones las dedicaban a las labores ya señaladas u otras incluso más rudas pues estaban más crecidos. Por ejemplo, la tarea de llevar lotes de ganado a puntos tan distantes como Hacarí, ordeñar, marcar (‘cifrar’) terneros o amansar bestias.

Hay mucho más que contar pero resulta que el último cumpleaños del siglo XX de Hermelinda ya llegó. Infortunadamente no hubo más tiempo para continuar la historia pero el compromiso es terminarla pronto con la ayuda de todos.

Hermelinda: sus hijos, nietos y familiares la felicitan, la besan y la abrazan. Estamos muy orgullosos y felices de tenerla con nosotros y por el ejemplo de constancia y fortaleza que nos ha prodigado.

Viva Hermelinda! Qué viva siempre!

Uriel Alberto Arévalo Franco

Ocaña, 20 julio de 1999

 

Publicado junio de 2013