|POR GUIDO PÉREZ ARÉVALO | CÚCUTA, 21 DE FEBRERO DE 2013|

LA CARRETERA OCAÑA - LA PLAYA DE BELÉN - CÚCUTA
UN CUENTO SIN FIN


 
 

"29 de mayo de 1944. Se iniciaron los trabajos de la carretera La Playa - Chapinero". (Diario de Don Guillermo Arévalo. Archivos de la familia Arévalo Carrascal.)

La vía pondría en comunicación al municipio con la ciudad de Ocaña y, fundamentalmente, permitiría el acceso a la Carretera Central, en la cual se habían invertido "muchos años de tesonera labor y no poco dinero en comisiones de estudios", según cuenta don Luis A. Sánchez Rizo en su monografía de Ocaña, páginas 139 y 140, biblioteca de autores ocañeros, tomo 5. En junio de 1934, una nueva comisión de ingenieros había elaborado los trazados definitivos y los trabajos empezaron en la segunda quincena de agosto del mismo año, bajo la dirección de Francisco Rueda Herrera. Agrega el señor Sánchez Rizo: "Actualmente (febrero de 1936) se trabaja con todo empeño y la carretera presta un correcto servicio hasta el caserío de La Ermita a 10 kilómetros de la ciudad".

La carretera Cúcuta - Ocaña es un cuento sin fin. Mi apreciado amigo, Luis Eduardo Lobo Carvajalino, ingeniero y notable intelectual, ha venido en mi auxilio con los datos consignados en el obelisco levantado en el Alto del Pozo para exaltar a los funcionarios públicos por las obras, que aún hoy (21 de febrero de 2013), no han terminado: "30 de julio de 1946. Inauguración oficial de la carretera Cúcuta - Ocaña obra empezada el 23 de febrero de 1920 y terminada bajo la administración del doctor Alberto Lleras Camargo siendo sus ministros de Obras Públicas los doctores Álvaro Díaz y Luis García Cadena. Fueron últimos directores de la obra los doctores Luis García Cadena y Guillermo Tejeiro Caro".

 

En la primera edición de Hojita Parroquial, dirigida por el presbítero Francisco Angarita, párroco de La Playa y El Cincho (Archivos Biblioteca Nacional, de Bogotá), fechada el 23 de febrero de 1913, encontramos un artículo publicado bajo el título "Una importante vía", de J. Z. A., sobre la conveniencia de comunicar las dos provincias hermanas.

El derrotero -dice el escrito-, señalado por los prácticos es el siguiente: De Cúcuta se toma la vía que conduce a Sardinata; de esta población se sigue pasando por La Victoria con dirección a El Cincho; y de este punto se toma la vía que conduce hasta aquí, para seguir con dirección a Ocaña aprovechando la nueva variante y el puente que pronto se concluirá sobre el río Algodonal. Por esta vía han transitado partidas de recuas conduciendo harina, jabón, sal, petróleo y otros artículos, sin mayor dificultad.

 

La única (sic) apreciable es la construcción de un puente sobre el río Tarra, en la vecindad de El Cincho, pero para emprender esta obra está iniciada, por el Sr. Cura Párroco, una suscripción popular la cual ascendió en el solo día de Año Nuevo a la cantidad de $33.500. La Ordenanza número 26 de 1911, declaró vía central ésta a que nos referimos, y según su artículo 2º. Debe ser preferentemente atendida por el Departamento y la respectiva entidad municipal…"

En una página interior, Hojita Parroquial informa que don Pedro Claro Velásquez ha emprendido la construcción del puente sobre el río Algodonal, no obstante los tropiezos que han limitado su tenacidad en esta obra y en la apertura del camino que él mismo trazó. A don Pedro no solamente lo afanaban las crecidas del río, que impedían el paso de las bestias con los productos regionales, sino la guerra de sus malquerientes.

 

En 1938, don Carlos Daniel Luna publicó en El Terruño, ediciones 1, 2, 3, 4 y 6, de julio 7, julio 16, julio 23, agosto 7 y septiembre 10, de 1933, un artículo titulado "Al margen de una obra", por entregas sucesivas, en el cual asegura que el puente estuvo a punto de realizarse por iniciativa del presbítero Cristóbal Castro Q. y don Pedro Claro V. Emprendieron la construcción en el paso de "La Puerta", con recursos propios, apoyados, como era natural, por la Asamblea Departamental, que destinó una partida de mil pesos ($1.000), en sus sesiones de 1929, por iniciativa de los diputados ocañeros y otra suma igual en las sesiones de 1932. Los recursos no alcanzaron y la obra se suspendió a pesar de los peligros que ofrecía el río en tiempo de invierno. Una nueva alternativa surgió, escribe el señor Luna Manzano, cuando Luis Mario Bautista, gerente del Cable Aéreo de Ocaña, ofreció ayuda en dinero y herramientas, movido por la conveniencia de transportar cebolla a través de la empresa que administraba. En la tercera entrega de su artículo, don Carlos Daniel Luna cuenta que visitó el camino en construcción y que, "dadas las condiciones de solidez y amplitud que le van imprimiendo sus dirigentes, no puede considerarse meramente como un simple camino de herradura sino más bien como vía carreteable".

Y agrega: "Allí pudimos ver a los más destacados exponentes de nuestra pequeña sociedad empuñando con mano firme las rudas herramientas del trabajador: al lado de don Francisco Arévalo, alma mater de esta obra, se hallaban los no menos entusiastas caballeros, don Sixto Barriga Pérez, don Donaldo Durán Castillo, don Ramón, don Sisto y Emiliano Ovallos, don Emeterio, don José Antonio y don Ramón Claro, don Basilio Ascanio, don Santiago Durán, don Bernardino Pérez y otros que por ahora se escapan a nuestra pluma, dirigiendo un considerable número de trabajadores".

Finalmente, en la edición número 7 del 1º. de octubre de 1933, aparecen publicados los siguientes despachos:

La Playa, 10 de septiembre de 1933. Excelentísimo Presidente República, Bogotá.

Informados excluirase de Plan Obras Públicas Nacionales construcción Sector Cuatro Carretera Central (Cúcuta - Ocaña), destruyendo con ello grandes aspiraciones resurgimiento estas regiones donde total aislamiento centro nación, problema obreros sin trabajo, reclámanlo nombre justicia: unimos nuestra súplica voz clamorosa demás pueblos Provincia ante su Excelencia, fin encarecerle interponga su valiosa influencia para que construcción Sector Cuarto sea toda costa excluido referido plan obras. Pedímoslo nombre destinos patria preside. Compatriotas. Presbítero Juan de Dios Carrasquilla, Cura Párroco, Francisco Arévalo, Presidente Concejo, Sixto Barriga Pérez, Carlos Daniel Luna, Octavio Manzano, Donaldo Durán, Antonio Claro Quintero (Alcalde), Ramón Ovallos, Gilberto Sanguino, Francisco Velásquez, Feminiano Claro, Roberto Luna, Luis Velásquez, Justo Luna, Pablo E. Durán, Trinidad Durán, Alfredo Manzano, Nicolás Vega, Basilio Ascanio, Miguel Claro, Agapito Pérez, Melquiades Manzano, Pedro Claro, Raúl Verjel, Luis Pérez, Marco A. Claro, Emigdio Manzano, Eladio Claro, Tulio Manzano, Sixto Ovallos, José Antonio Claro Ovallos.

El Presidente de la República, Olaya Herrera, contestó que había remitido el mensaje al Ministerio de Obras Públicas. Del Ministerio respondió el director de Ferrocarriles:

Bogotá, 15 de septiembre de 1933. Presidente Municipalidad, Párroco, demás autoridades y vecinos. La Playa.
En Plan vías que sometió Ministerio aprobación Congreso, quedó carretera Cúcuta - Ocaña. Refiérome suyo del 10 para Excelentísimo Presidente. Enrique Uribe Ramírez.

En 1974, don Benjamín Pérez Pérez, concedió una entrevista al periódico Noticias Playeras, de la cual tomamos los siguientes apuntes históricos de la carretera La Playa de Belén - Ocaña:

 
Los primeros en comunicarse por ruedas con Ocaña fueron, Convención, que figuraba como objetivo inmediato del programa "Carretera a los pueblos"; y Ábrego, en dirección inversa, privilegiadamente situado al paso de la Central del Norte (Sector 4o.). En aquel tiempo era más complicado trasladarse de La Playa -o de Ocaña- a Cúcuta, que hoy de Bogotá a París. Porque el recorrido si uno no se arriesgaba a hacerlo por el camino de herradura, tenía que realizarlo en varias etapas que podían comprender una semana, así: de Ocaña a Gamarra, en cable aéreo, siete horas aproximadamente; de este puerto a Wilches, uno a dos días de navegación según el barco que acertara a subir. Los barcos de carga, por ejemplo, propulsando tres o cuatro planchones resultaban de una desesperante lentitud.De Wilches a Bucaramanga, en autoferro, saliendo al amanecer para llegar por la tarde. Y finalmente de esta ciudad a Cúcuta en bus, en una no muy confortable jornada de unas doce horas de duración, por una carretera destapada, frecuentemente obstruida por los derrumbes. Pero si el supuesto viajero no contaba con el dinero suficiente para darse ese lujo y tenía en cambio alma de torero, hacía el recorrido por el camino de herradura en cuatro etapas:
 

Una a Puente Reyes, la otra a El Placer, adelante de Villacaro -después de haber traspasado el páramo de Bucarasica- y la tercera a la población de Gramalote, donde al día siguiente tomaba muy temprano el bus que en tres horas lo conduciría a Cúcuta.

Constituía de verdad un riesgo cumplir este itinerario pues la ruta era muy escarpada, semejante en algunos trayectos a una escalera, el tiempo regularmente tormentoso y no había posada que no fuese increíblemente inmunda. Ojalá tuviera uno la fortuna de unirse a una caravana de arrieros. De todas maneras se llegaba a la capital con ampollas en las plantas pues la enclenque cabalgadura que se lograra fletar no arriscaba a terminar la segunda etapa y había que devolverla con el correo que invariablemente se hallaba de regreso y siempre andaba de a pie con su fardo de correspondencia a las espaldas. Pero la magnificencia del paisaje que ofrece el valle de Cúcuta, en contraste con la accidentada geografía ocañera, el deslumbrante aspecto de la Perla del Norte y el cambio de ambiente compensaban con creces las penalidades sufridas. Varias veces hice este recorrido en esas penosas condiciones y le cuento que en la última, ya de vuelta a mi tierra cerca de Ábrego, me sorprendió una violenta tempestad en un cerro desierto cuyo nombre no recuerdo, y tuve que botarme al suelo y permanecer allí tendido bocabajo soportando agua y granizo no sé por cuanto tiempo, para evitar ser fulminado por un rayo, pues las descargas eléctricas contra la pelada montaña se sucedían como ráfagas de ametralladora.

Aunque no determinemos fechas. Sin vislumbrar ni en sueños la carretera, los apreciados comerciantes Ismael y Francisco Arévalo realizaron la quijotesca empresa de llevar a La Playa el primer automóvil y ponerlo al servicio del público. Era un carrito Ford, de cuatro cilindros. Fue transportado por piezas, a pulso y hombro, al sitio de Chapinero, junto al río Algodonal, donde lo armó un mecánico venezolano muy hábil de nombre Miguel Becerra, quien meses después se casó en La Playa con Débora Pérez. De Chapinero al pueblo el carro viajó sobre sus cuatro ruedas aprovechando como carreteable el amplio y seco playón que recorre esa zona y que entonces se convirtió en soñada autopista de recreo durante las temporadas de verano. Había que observar la maliciosa sonrisa del chofer Becerra, cuando las muchachas playeras deseosas de experimentar las emociones de un paseo en Ford, le preguntaban ingenua y mimosamente. "¿Por cuánto nos da una montadita?"

Por ahí a principios de 1950 fui llamado a Cúcuta por el gobernador Dr. Pabón Núñez a dirigir la educación secundaria del departamento. Ya el conservatismo había recuperado las riendas del gobierno y para los pueblos como La Playa se abrían nuevas perspectivas. Un día me abordó en uno de los pasillos de la gobernación don Sixto Reyes Peinado, quien desempeñaba el cargo de secretario de hacienda departamental.

- Oiga, Benjamín - me dijo - En su concepto cual es la obra que con más urgencia necesita La Playa.

- ¡Ay, don Sixto! - exclamé con expresión de ruego - El puente sobre el río Algodonal. El puente... el puente.

La obra fue rápidamente proyectada y su ejecución contratada por la suma de ciento cuarenta y cinco mil pesos. Eran plata entonces. Fue diseñada de tipo colgante pero apropiada para resistir el paso de vehículos pesados. La Plata alcanzó para la construcción de los muros en el vado que presenta el río arriba de "El Guayabal", en el punto de Chapinero, y la ejecución se paralizó por la falta de fondos.

 

Transcurrieron algunas semanas y un día cualquiera se presentó en mi oficina el ingeniero encargado de rectificar la carretera de La Playa y de trazar la de Hacarí.

- Vengo de su tierra -me dijo y le traigo una noticia.

- Hable a ver...

- Acabo de descubrir una garganta en el río Algodonal y está pilado construir el puente allí, a bajo costo, sobre estribos naturales de pura roca y con un arco que ninguna crecida del río podrá nunca rebasar. Lo único que quedaría por hacer es un ramalito de carretera, algo así como un kilómetro, que empalme con la que está en servicio. Pero de eso me encargo yo incluyéndolo en el plan de la Provincia. Le construyo ese puente por un valor de treinta mil pesos si me consigue hoy mismo diez mil que necesito para pagar obreros que están esperándome.

- No se mueva de aquí, por favor. Aguarde media hora, una hora, lo que sea necesario. Voy a ver si la suerte me ayuda y desato ya este nudo gordiano.

Me trasladé en segundos al despacho de don Sixto Reyes y le conté la historia.

- Es una buena solución -me comentó- y tiene todo mi apoyo. Pero quien debe decir la última palabra es el gobernador. Hable con Lucio.

Llevándome casi a la gente por delante en los pasillos, me fui a su despacho y de una vez le expliqué la situación. El doctor Pabón Núñez me escuchó con interés y con ese espíritu decisorio y constructivo de que siempre ha hecho gala, me dio luz verde en seguida.

- Baje con el ingeniero -me dijo- y dígale a don Marcos de parte mía que les entregue los diez mil pesos y los cargue al plan de carreteras del sector de Ocaña. Encárguese usted mismo de legalizarle los papeles.

Don Marcos Estrada ejerció el cargo de tesorero general del departamento. Era un viejo de porte distinguido pero el mayor cascarrabias que yo haya conocido en los últimos sesenta años. Yo lo definía diciendo que corría uno menos riesgo pisándole por equivocación el rabo a un tigre dormido que tratar de persuadir a don Marcos de algo que no fuera de su simpatía. Llevaba una contabilidad a su acomodo, con apuntes en papelitos: y si alguna visita fiscal recibió en alguna ocasión, esta debió ser simbólica porque estoy seguro de que si hubiese sido en serio, el visitador habría salido de la oficina con las cajas bien destempladas. Pero tenía fama, además de su honradez, de ser un verdadero mago de las finanzas.

El tesorero me miró con expresión maliciosa.

-¿Sabe usted lo que son diez mil pesos?-me preguntó con evidente mordacidad- Ese es todo el caudal con que cuenta hoy el departamento. Están a su disposición si usted se arriesga a que el gobernador, los secretarios y usted mismo se queden sin sueldo en el presente mes.

- De acuerdo, don Marcos. Me arriesgo -respondí a sabiendas de que la amenaza no sería efectiva.

El ingeniero firmó un comprobante, recibió el dinero no recuerdo si en cheque o en efectivo y... trámite concluido. Unos veinte días después me llegaron las primeras fotografías del puente. Estaba la obra todavía con las formaletas instaladas. Pero era puente. Su inauguración se efectuó algún tiempo después y a ese acto apenas asistieron unas cinco personas, el doctor Pabón quien había viajado desde Bogotá donde se hallaba en uso de licencia. Erasmo Alvarez y Jorge Ferrero Lemus. Del lado de La Playa, el padre Velásquez y su hermano Emilio. Indudablemente a mis paisanos no se les dio aviso con tiempo y eso explica la falta de concurrencia. Este puente queda sobre la estrechura del río en el sitio donde se abre el ramal de carretera que separándose de la central del norte -sector 4o - se dirige a La Playa. Su aspecto no es de maravilla. Pero su estructura es muy firme, confiable; y solucionó de por vida un problema que venían padeciendo desde tiempos lejanos no solos habitantes de La Playa sino también los de Aspasica, Hacarí. El Cincho y las regiones que constituyen esos territorios. Citaré un caso cualquiera, por ejemplo. Cuando en La Playa había un enfermo muy grave, era despachado hacia Ocaña a traer las medicinas de urgencia uno de esos famosos camineros que entonces existieron, verdaderos corre-leguas como Tulio Manzano o Daniel Armesto. Este adquiría los remedios en la ciudad y al regreso en "El llano de los alcaldes" se encontraba con la sorpresa de que el Algodonal le atajaba el paso con una fenomenal creciente que a veces duraba horas y horas en bajar. Al llegar por fin al pueblo hallaba al paciente elegantemente estirado sobre una mesa, en medio de cuatro cirios.

- ¿Y sabe que lamento ahora, Guido? Pues haber olvidado el nombre del ingeniero. Valdría la pena que en la lista de los bienhechores de nuestro pueblo, figurara ese nombre.1/

Sólo recuerdo que era yerno de esa magnífica locutora y mujer de letras, llamada María Vera de Marcucci quien dirigió en La Voz de Cúcuta un programa dominical titulado "Hora de Variedades" durante muchos años. Agregaré algo más. Semanas o meses después, falleció en Bogotá en un accidente de tránsito don Erasmo Alvarez, representante a la Cámara. Dentro del articulado del decreto de honores, la gobernación dispuso que nuestro puente ostentara el nombre de "Erasmo Alvarez" y como tal se le instaló la placa correspondiente. Pero ésta duró muy poco. Unos ocho días cuando más. Algún malqueriente la arrancó de su sitio y la lanzó posiblemente a las mismas aguas del río. 2/

Puente Erasmo Álvarez R.
Río Algodonal, fotografía tomada desde el puente. Cortesía: Luis Eduardo Páez

Notas:

1/ Una placa instalada en el puente lleva el nombre del ingeniero Luis E. Guerrero.

2/ La Placa se conserva. Fotos placa y puente: Álvaro Claro Claro.

Fotos, puente sobre el Algodonal y placa: Álvaro Claro Claro


Los habitantes de La Playa de Belén finalmente pasaron el río, pero la carrtera central, iniciada el 23 de febrero de 1920, muy pronto cumplirá el primer centenario como ejemplo de ineficiencia del gobierno, no obstante la presencia de varios ministros de la región en el despacho encargado de las obras públicas nacionales. Desde el 30 de julio de 1946, fecha de la inauguración oficial, esta vía ha sido un manantial de contratos amañados y una alcancía sin fondo de dirigentes políticos deshonestos.

Graves accidentes de tránsito, asaltos de delincuentes comunes, tomas guerrilleras, derrumbes, son el pan de cada día en esta carretera. Las obras continúan y los contratos florecen... La ministra dijo hoy (21 de febrero de 2013) que el gobierno anterior dejó 230 obras inconclusas en el país y están investigando qué pasó con los recursos girados para su desarrollo. Esto también es pan de cada día, por obra y gracia de la corrupción que corroe al Estado.

Foto: Miguel Palacios. El diario La Opinión, del sábado 15 de febrero de 2013, dice: Ayer se dio al servicio el Viaducto La Curva. Una de las obras más importantes, construida en la carretera Cúcuta - Ocaña.

Viaducto La Curva

El viaducto de La Curva fue inaugurado oficialmente el 20 de febrero por la ministra de Transporte, Cecilia Álvarez. Se inició en 2011 con una inversión de 6.500 millones de pesos. La obra reemplazó más de 400 metros de carretera que generaban grave peligro para transportadores de carga pesada.

"Es penoso el estado de la vía y tenemos un reto muy grande para recuperarla", dijo la ministra al diario La Opinión (Edición del 20 de febrero de 2013). Anunció una inversión de 140 mil millones de pesos, para la vía de 218 kilómetros, de los cuales, 63.000 millones de pesos corresponden a la recuperación de los 56 kilómetros, en deterioro galopante, del tramo comprendido entre El Zulia y Sardinata.