EL PARADIGMA DE ABORDAR Y CONSTRUIR HISTORIA
Por: LUIS JAVIER CLARO PEÑARANDA
Bogotá, Octubre de 2017.
Correo: jupiterclaro@gmail.com


 
 

Bien se sabe, que la historia como disciplina de las ciencias sociales, se ocupa de la compilación y construcción del agregado teórico de cada nación o región. Ella nos informa sobre el pasado de la humanidad, que ha estado al servicio de investigadores de las ciencias sociales, de cronistas, de maestros, de académicos consumados, como también, de aquellos profesionales encargados de la conservación del patrimonio cultural de un país, de las ciudades, de los monumentos arquitectónicos y de los parques arqueológicos, entre otros.

De allí que aquella cosmovisión de la historia como ciencia social, está sujeta a leyes de la sociedad en los tiempos y espacios propios de aquel pasado de la humanidad, suscrito al desarrollo de la civilización a lo largo de los tiempos y por ende al progreso de la cultura de cada contexto humano.

El estudio metódico de la historia, no trata solamente de la constatación de los hechos destacados, en sus múltiples relaciones de contenido, sino también el método y la apreciación con que se aborden los acontecimientos compilados por el investigador, siempre y cuando se actué con criterio realista, futurista y educativo, que represente con objetividad el desarrollo de la cultura de cada pueblo o nación.

La historia como ciencia del desarrollo de la sociedad, es un pilar muy importante para el avance de la cultura. De allí que la enseñanza de esta disciplina y su estudio meticuloso son indispensables para el adelanto de una región o nación en sus distintos campos, pero fundamentalmente para la educación de un pueblo, siempre que este focalizado en las gentes que lo habitaron y de aquellos que lo moran, sin dejar de lado el referente económico y político, entre otros. La historia, en su concepto estricto, nunca ha sido indiferente al destino de los pueblos, ni a las ideas de los mayores. Por ello su abordaje requiere de un método histórico práctico, que no des vie lo construido por las generaciones precedentes. Desde esta mirada, la historia ha sido siempre un camino eficaz para el desarrollo del conocimiento de cada lugar, y así mismo ha sido considerada como una parte esencial de la cultura humana, y de cómo evolucionan los pueblos.

La línea de desarrollo de la disciplina que construye los hechos históricos, se ciñe al acontecimiento y a reconstruir aquellos pormenores de tiempo y lugar de esos posibles eventos, con el propósito de dejar una buena crónica, pues la nuevas tendencias permiten asumir la construcción de una historia del tiempo presente, dado que dicho ejercicio concibe el estudio de cada acontecimiento, que estimula la invitación a pensar, a encuadrar y a contrarrestar todos aquellos diversos sucesos significativos, estableciendo en dicho ejercicio una diferencia entre el oficio del historiador y de aquel que usualmente asume el periodista, en un presente más inmediato.

A partir de esa mirada se requiere de un espíritu nuevo que permita avanzar con una visión de contenido amplio, más concreto y crítico, que supere aquel trabajo lineal de concepción parroquiana, que puede marcar el estancamiento cultural de una sociedad. Al respecto, evaluando las publicaciones de la provincia de Ocaña, en distintos tiempos y momentos, con singular excepción se pueden referenciar algunos excelentes trabajos, entre los que se destaca la calidad conceptual y cronológica, desarrollada intelectualmente por Benjamín Casadiego, en su obra titulada, "Espacio, tiempo y memoria - Historia y arquitectura en la región del Carmen, Norte de Santander," 2011.

En esa línea académica, el desarrollo de los estudios históricos deben continuar estimulando significativamente la consolidación de las ideologías y el alcance de la respectiva soberanía de cada región y país. De igual manera, la historia debe registrar los errores y faltas graves de gobernantes y de ciertas grotescas personalidades, como también los crímenes y traiciones de uno y otro lado.
Resulta claro e indiscutible, que la historia apalanca la construcción y marcha económica y política de una nación. Por todo lo que ella representa, se hace urgente y necesario seguir los pasos de la academia, estimulando aquellos nuevos coterráneos que surgen con espíritu vigoroso, quienes deben escudriñar los acontecimientos del pasado, con una mirada acuciosa del desarrollo de los pueblos en sus diversas vertientes y tejidos del país, región, o de la sociedad en particular.
 

Para ello se hace necesario conocer la dimensión geográfica, económica y política del contexto, o de aquel segmento histórico seleccionado previamente. De allí que sea necesario que cada estudio tenga presente aquellas tendencias políticas, sociales y económicas manifiestas en las diversas regiones, los estudie, los encuadre y los referencie lejos de sesgos en aquellos pormenores de la cultura política y económica, como de los comportamientos de cada grupo social.

Sin embargo, aquel paradigma de reseñar la historia, es algo así, como encuadrar procesos y ordenar los acontecimientos, que puede traducirse en un refregón ideológico frente a concepciones sobre los colonizadores y colonizados, de las culturas o subculturas de ayer y hoy, que giran posiblemente alrededor de ideologías o de supuestos prejuicios sociales, políticos y económicos, de cuyos constructos no sabemos si son una verdad histórica, o un novelón añojo. Desde estos constructos, ciertos académicos manifiestan que la verdad histórica no existe, y que llegar a ella con objetividad es casi imposible, pues mucho de esos contenidos pueden encontrarse muy enmarañados, como si una mano intrépida hubiera puesto allí su ley, con una particularidad, que en esas reseñas históricas difícilmente aparece la gente del común, aquella que solamente existe para sufrir los avatares de las cosas que otros deciden. Des de esa reflexión no falta quien abandone el ejercicio de construir narrativas de línea histórica, que en algunos casos es prefiere callar y parar, como aquello que le puede estar sucediendo a quien escribe estas notas.

Frente a estas reflexiones solo se espera que mentes juiciosas desenvuelvan este paradigma con objetividad. Propuesta que a mí entender se muestra lejana, y que solo puede ser consideradas como invenciones de las circunstancias humanas, para lo cual no existe una respuesta a la vista. Posiblemente estas reflexiones partan de nuestras dudas y de ciertos constructos mentales analizados con marcada franqueza, en aquella cotidiana obsesión de preocuparnos por estos quehaceres, en el devenir de estos nuevos tiempos, yendo por la vida buscando y reconociendo al otro, sin ser prisioneros de la caverna de Platón, en la que creía que las sombras que se movían en la pared eran la realidad, o estamos viviendo un mundo de ilusiones.

 

LUIS JAVIER CLARO PEÑARANDA
Bogotá, Octubre de 2017.
Correo: jupiterclaro@gmail.com
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