Centro de Historia de La Playa de Belén
 
EL JUBILADO
Por Alfredo Pérez Arévalo
 

Recordar es vivir, y yo lo puedo hacer. Parece mentira, en este mes de Octubre, un 20 por cierto de 1972, ingresé a una gran empresa estatal llamada TELECOM, hoy ya extinguida por cuenta de un gobierno absurdo que se precia de ser bueno y de creer que todo lo que produzca en la Nación hay que venderlo o acabarlo. Dicen por ahí, "que cada País tiene el Presidente que se merece". Por eso tenemos al actual, dirigiendo las riendas del nuestro (me produce repugnancia escribir su nombre). Qué triste es esta historia de la otra Colombia, que gente como yo esperábamos.

Comencé laborando en un cargo humilde, el de mensajero, ese que repartía telegramas puerta a puerta, al sol, al agua, y al frío, por supuesto, que en Bogotá no se rebaja; mi inquietud por salir adelante no dejó que calentara mucho tiempo ese cargo. Presentándome a diferentes concursos, logré escalar posiciones sin tener que recurrir a los famosos "padrinos", esos que se consiguen en todos los lugares, no tenía los medios económicos para sostenerlos. Logré la meta, salí adelante, me fue muy bien gracias al Todopoderoso.

¿Por qué este preámbulo? Pues porque quería escribir algo sobre la jubilación, que es la mejor bendición que recibimos quienes la alcanzamos; a veces pienso, ¿será que los jóvenes de ahora, lograrán llegar a coronar este deseo?, no creo. Así como vamos, no.

El jubilado es un fruto que se va madurando con el correr del tiempo, hasta llegar a su máximo esplendor. Es como el Sol, radiante.

En el fondo, muchos no quieren jubilarse, su deseo es seguir laborando, pero tienen que hacerlo, es un derecho, y a este derecho no se puede renunciar. Al salir jubilado le estoy dando la oportunidad a otro, así como me la dieron a mí, este mundo es de oportunidades, no le cortemos las alas a quien viene detrás nuestro, tratándose de abrir campo para subsistir en el diario vivir. Al seguir laborando, los otros quedarán afuera esperando con su juventud la salida del que se sabe ya cumplió su ciclo.

Al jubilarse se siente mucha nostalgia, claro: la empresa, los compañeros, el trabajo, el diario vivir, el entrar, el salir, en fin un sin número de detalles que le van marcando a uno la vida y el paso de los años que los vive más en el trabajo que en su casa; muchas veces se cree que es más importante la segunda casa (la empresa), que la primera (la familia). Se siente tanto amor por la empresa, primero por la oportunidad que le dio y que lo vio crecer y protegió, y segundo, por las personas con quienes se compartió, que brindaron las enseñanzas, por su antigüedad y que también hicieron el viaje sin regreso. Por eso, antes de salir, toca darles a quienes vienen detrás empujando, todo ese cúmulo de enseñanzas.

Ahora me correspondió a mí, de eso hace diez años, recordar el tiempo vivido de la juventud, que con el paso del tiempo, el cabello se volvió blanco me dicen unos, otros lo llaman la nieve de los años, yo creo mejor, que se volvió cenizo.

Y todos los que allí llegamos, desde el empleado más humilde, hasta el más encopetado, va por lo mismo ¡jubilarse! No todos lo logran, unos se quedan en el camino, otros se van por mejores oportunidades, como independientes, los del servicio al Estado seguimos en la brega, y cuando logramos el propósito, decimos, valió la pena tanto sacrificio, tanto aguante.

No puedo dejar pasar inadvertido lo del quinquenio, es emocionante, mis primeros cinco años, los diez, en fin, cuando se logra romper la barrera de los veinte y los veinticinco y los demás, uf, el cuerpo ya cansado y gastado por el duro trasegar de nuestros días, las arrugas apareciendo, vuelvo y digo valió la pena, qué honor tan grande, es como recibir el título profesional de Abogado, Medico, Ingeniero, etc.

 

Valió la pena pues, pasar la prueba, y qué decir la dicha del entorno familiar, los que creyeron, y los que vaticinaron el fracaso. Al fin y al cabo, se logró el objetivo, no hay vencedores ni vencidos.

Hoy por hoy encuentro jubilados y el tema obligado es: la próstata, el colesterol, los triglicéridos, los riñones y ese bendito corazoncito que nos hace estremecer.

¿Pero qué hacer entonces cuando se consigue el objetivo?

El reto está en prepararse para lo que viene, tratar de olvidar su trabajo, es una etapa vivida y hay que superarla, el descanso es el mejor aliado, no es lo mismo estar adentro que afuera, la vida tiene que seguir. No tuve la oportunidad de asistir a cursos de "pre-pensionado", dicen que son muy buenos, se orienta a la persona; son de gran valor, tratan de evitar los miedos y las incertidumbres al enfrentarse a la nueva vida. A esta nueva realidad, hay que darle nuevos valores, nuevos amigos, concentrarnos más a nuestra familia, estar más con ellos, se trata ahora sí de compartir los años dorados con los que verdaderamente amamos.

Olvidaré pues aquel tiempo y que no volverá, viviré el presente, la tranquilidad y la paz que tanto quise en mi corazón, y disfrutar al lado de los míos ese don preciado que Dios me regaló, el estar puntualmente mes a mes, recibiendo el fruto que sembré por tanto años. La felicidad más grande que tengo ahora, la conseguí muy fácil, busqué a ese Hombre que lo dio todo en el madero de la cruz, dio su vida por nosotros, su nombre es: JESUCRISTO, no lo olvides, siempre lo vas a tener a tu lado, entrégale tu corazón, es el mejor amigo, pídele lo que quieras y El te lo dará, pero por favor pídele con Fe.
Voy a finalizar con esto, de un autor Anónimo:


NO TENGAS MIEDO

- No tengas miedo de estar solo, de mirarte interiormente y de encontrarte en tu silencio.

- Ten miedo de ser un solitario, aislado de tus hermanos, desconfiado, sin amigos y sin comunicación.

-Nunca temas decir la verdad, o expresar con claridad lo que sientes y afirmar aquello que has visto o has oído.

-Teme más bien, engañarte a ti mismo, auto convencerte de la mentira o colocar máscaras en tu rostro.

-Sé tú mismo en donde estés, aceptando a los otros como son. Vive con intensidad y dinamismo.

-Rompe tus murallas y levántate; y la vida será para ti un canto, y cada día será una fiesta.


Gracias por leerme,

ALFREDO PÉREZ ARÉVALO
Bogotá, Octubre 24 de 2006