LA CASA DEL SILENCIO
(A Luz Marina Claro Claro, en sus 50 años)

Por JESÚS ALONSO VELÁSQUEZ CLARO ("nano")


 

Quizá porque la luna besaba los aleros
de la blanca y vetusta casona solariega
y desde el cielo inmenso bajaban los luceros
a beberse sedientos el agua de la acequia.

Quizá por el fulgor que despedía ese fuego
que atizaban solícitas las manos de la abuela
en la vieja cocina que fabricó el abuelo
con el barro impoluto de la tierra playera.

Quizá porque el playón con sus aguas en celo
fecundaba de brillo las verdes cementeras
y era entonces la casa a la sombra del cerro,
un paisaje de luz dormido en sus riberas.

Quizá porque las aves que raudas en su vuelo
Le daban a la estancia un matiz de primavera
parecía en el ocaso, la tarde, un dulce ruego
a la naciente noche recamada de estrellas.

Queriendo perpetuar la paz de su vivienda
"José y "Lupe" le ataron al alma del ensueño
un nombre que al decirlo en los labios tuviera
un sabor de nostalgia, así como: "EL SILENCIO"

 

II

Y el tiempo que despide y recibe en la tierra
al hombre en su constante y peregrino ancestro
sembró en esa morada la inmarcesible huella
de una nueva mujer junto a un esposo honesto.

Así "Manuel" y "Esther" revistieron de fiesta
con sus cinco retoños, la casa y el barbecho
y como un homenaje a quienes precedieran,
sembraron en sus hijos la fe y el buen ejemplo.

Así crecieron todos corriendo en la pradera,
saltando entre los charcos, surcando los potreros,
dejando en cada paso sus risas lisonjeras
y en todos los rincones el eco de sus juegos.

Un dia Manuel, cansado de estrujar en las eras,
las ariscas cebollas de los rubios cabellos,
se marchó silencioso y plantó sus banderas
frente al parque, custodio del edénico pueblo.

 

III

Desde entonces pasaron por esa casa vieja
los abuelos, los padres, los hijos y los nietos,
buscando en los rincones una frágil estela
que les anuncie a todos que el amor es eterno.

Ahora en el remanso fugaz de los cincuenta,
LUZ MARINA y el verde de sus ojos serenos
nos recuerda la magia de las noches aquellas
de la lumbre amorosa del fogón y sus leños.

En el dulce remanso de su rubia presencia
brilla el sol caprichoso con sus claros destellos,
colgándole al recuerdo de la antigua vereda
un talismán que cure los males de la ausencia.

Allá arriba quedaron rumiando sus quimeras:
Una legión de pájaros cruzando el firmamento,
una luna cansada de espantar las tristezas
y un montón de nostalgias custodiando el recuerdo.

Girón, Noviembre 27 de 2010-11-27

Fotos: Alvaro Claro Claro