Centro de Historia de La Playa de Belén
  

GUIDO PÉREZ ARÉVALO

RAZA
NUESTRO ANCESTRO BLANCO

 

 

IÑIGO DE VASCUÑA

Natural de la Villa de Arévalo y capitán de la guardia de Ambrosio Alfínger, Íñigo de Vascuña (también se le conoce como Basconia, Bascoña o Bascona) fue el primer blanco que pisó tierras del Norte de Santander. Había salido de Coro, Venezuela, en una expedición formada por cuarenta jinetes y ciento treinta peones, el día 9 de junio de 1531.

Dice la crónica que Alfínger, urgido de refuerzos y temeroso de perder el oro recaudado a su paso, decidió despachar, desde Tamalameque para Coro, al capitán Íñigo de Vascuña, "el día de reyes de 1532, acompañado de veinticuatro hombres y llevando treinta mil pesos que era todo el oro que hasta la fecha se había recogido".

Vascuña y sus hombres se extraviaron durante el regreso, porque en lugar de tomar el mismo rumbo utilizado para llegar hasta Tamalameque pretendieron ganar tiempo siguiendo la serranía hacia el sur. Entraron en las depresiones de los valles de Ocaña y terminaron perdidos en pantanos y montañas despobladas, donde padecieron terribles sufrimientos.

Sin provisiones, debilitados por las dificultades del camino y las soledades de la selva, Íñigo y sus compañeros decidieron aliviarse de la carga dejando el oro enterrado, según se dice, al pie de una hermosa ceiba. Las conjeturas de algunos historiadores ubican el tesoro en algún paraje del actual corregimiento de Las Mercedes, perteneciente al municipio de Sardinata, próximo a los limites de La Vega de San Antonio.

Uno de los sobrevivientes, Francisco Martín, confió su suerte a un madero que le sirvió de improvisada balsa y se dejó llevar por el río hasta los ranchos de unos indios que lo incorporaron a su tribu. El cacique y señor de aquella región "lo mandó a recoger y tener en su casa por cosa de grandeza, sin hacer ningún mal ni consentir que se le hiciese por ninguno de sus súbditos." El español tuvo por mujer a la hija del cacique y fue curandero de los indios, pues "aprendió mohanerías o hechicerías, o por ventura pactos con el demonio". Curaba todas las enfermedades, "chupando a los enfermos" la parte que les dolía, según dice fray Pedro Simón en sus Noticias historiales. Siguió todas las costumbres, ritos y ceremonias de los indios, y llegó a tener dos o tres hijos con su mujer, por quienes después suspiraba. Casi tres años vivió con ellos desde que Íñigo Vascuña se perdió con el oro hasta su nuevo encuentro con la civilización.

Alfínger, que ignoraba lo ocurrido, cansado del silencio de sus expedicionarios, decidió regresar a Coro. Salió de las selvas del Magdalena el 5 de octubre de 1532 y llegó a la aldea de los chinácotas en el último trimestre de 1532 o en el primero de 1533. Una estela de crueldades, señalada por la mayoría de los cronistas, hacía fama en la población india. Según Aguado, el criado de Alfínger, encargado de la cadena que aprisionaba por el cuello a los naturales que llevaban la munición, alimentos y otros enseres, para no perder tiempo abriendo la cadena, cuando éstos caían vencidos por la fatiga o las enfermedades, les cortaba la cabeza.

Alfínger pasó por varias aldeas y llegó a Chinácota "que es nombre propio de la tierra", un valle de abundantes árboles muy poblado. Allí se alojó con su gente, pero tuvo la fatal idea de apartarse de su campamento, acompañado de Esteban Martín, su capitán o caudillo, y a pocos metros se encontró con los indios, que seguían sus pasos. En la refriega murieron algunos naturales pero el conquistador recibió heridas que más tarde causaron su muerte. Los compañeros de viaje acudieron en su auxilio, pero ya era tarde para salvarlo. Oviedo, citado en Cronicón Solariego (Obra de Enrique Otero D'Costa), dice que Esteban Martín alcanzó a ver al Gobernador rodeado por los indios y a uno de ellos golpeando su caballo con una macana. Estaba herido, "con una flecha por debajo de la garganta, la cual se estaba sacando con ambas manos y no podía desasírsela…"

Incorporado a la expedición, Francisco Martín contó los padecimientos de sus compañeros. Acosados por el hambre, consumieron al principio palmitos amargos; más tarde, cuando "las naturales fuerzas casi del todo les iban faltando, comenzaron a matar algunos indios e indias de las que consigo llevaban para comer de ellos..." Un indio, sacrificado para saciar el hambre, fue repartido por pedazos; según Aguado "quitaron el miembro genital, como cosa más inmunda, y echáronlo a mal, lo cual, como viese éste Francisco Martín arremetió a él y alzándolo del suelo, sin esperar a ponerlo en el fuego se lo comió así crudo, como se había quitado del cuerpo". Los integrantes de la expedición, empezaron a mirarse con desconfianza ante la inminencia del turno fatal y se fue, cada uno por su lado, hasta que la selva cobró de manera irremediable sus cuerpos maltrechos.

Con Vascuña murieron Juan Florín, Juan Montañés de Mañero, Martín Alonso, Pedro de Utrera, Juan Ramón Cordero y su hijo. Justo Fausto, Francisco de San Martín, Cristóbal Martín, Gaspar de Ojeda, Un Francisco, criado de Vacuña, el capitán Portillo, que iba como alguacil y Juan Vizcaíno, entre otros.

Seguramente, del paso de los mencionados expedicionarios por el territorio municipal surgió la dudosa hipótesis de nuestra ascendencia aria. Alfínger era tudesco, pero la mayoría de sus hombres pertenecía a la raza española: casi todos eran extremeños y andaluces.

Vascuña era vasco y sus compañeros de infortunio, como puede verse por sus nombres y apellidos, eran españoles. La obra de Miguel Marciales, Geografía Histórica y Económica del Norte de Santander, trae una estadística sobre la población de la provincia de Ocaña, con la siguiente composición: 40% de extremeños y andaluces; 40% de castellanos y 20% de gallegos y leoneses.

ALONSO PÉREZ DE TOLOSA

Hermano del licenciado Juan Pérez de Tolosa, Gobernador de Coro. Salió con cien hombres en busca de las provincia de las Sierras Nevadas. Después de largas y penosas travesías arribó al valle de Cúcuta, siguió por el río Zulia y "entró en la sierras motilonas en la serranías de los indios carates, que son los que están a espaldas de la dudad de Ocaña, a la banda del norte. La fragosidad de las tierras, despobladas y miserables, obligaron a Pérez de Tolosa a regresar a Cúcuta.

Se supone que partió de Cúcuta y tomó la ruta de Sardinata, Hacarí y Teorama, para retroceder acosado por la soledad y las dificultades de la selva.

Pérez de Tolosa, oriundo de Segovia, llegó a la región de Ocaña en 1547 y regresó a Tocuyo por la vía de Maracaibo en 1550.

Textos tomados de la obras La Playa de Belén y Chinácota, encuentros con la historia, de Guido Pérez Arévalo